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¿Sabemos valorar lo que tenemos?

Autora: Ana M. Hidalgo

Valorar lo que tenemos no siempre es fácil, a mí al menos me ha costado lograrlo en más de una ocasión.

Hace ya muchos años que terminé la facultad, sin embargo, como quizás sepas, no siempre he podido dedicarme a ejercer mi profesión.

Para ganarme el pan he tenido que pasar por toda clase de trabajos: recepcionista, animadora, secretaria, profesora, cuidadora de niños, administrativo, dependienta…

En algunas ocasiones sentí que soportar el trabajo que estaba realizando era realmente duro y me costaba un sobre-esfuerzo poder valorarlo positivamente.

Hoy en día mi perspectiva ha cambiado.

Lo curioso es que, pese a haber recorrido un camino empedrado, estoy contenta de haberlo transitado.

Y es que, aunque en ese momento no lo viera, con todos estos trabajos he aprendido algo que hoy puedo aplicar en mi consulta y en mi vida personal.

Estos “baches” me han ayudado a aprender un montón de cosas: desde llevar la contabilidad del negocio o hacer muy buenas amistades, hasta cultivar la paciencia o saber comprender la importancia del trato personalizado con cada cliente.

Me llevó un tiempo aprender a valorar lo que tenía, y de hecho a veces todavía me cuesta un poco, pero sin duda cuando lo logro me siento más feliz.

Como sabes, la vida da muchas vueltas, y es fantástico que así sea, pues nos permite seguir creciendo y estar más preparados.

En cualquier caso, suceda lo que suceda en nuestra vida, y aunque suene a tópico, es importante aprender a valorar lo que tenemos en cada momento.

Puede que algún día te sorprenda lo mucho que te ha hecho aprender ese camino que ahora estás viviendo o ya has vivido, y esto te hará plantearte tu realidad de otra manera.

Te lo explico con un cuento:

Un antiguo cuento japonés narra la siguiente historia:

“Érase una vez un picador de piedra que, desde hacía años y años, picaba y picaba una montaña para sacar piedras.

En esa misma montaña, también vivía un geniecillo travieso que, de vez en cuando, concedía deseos a la gente.

¡Pero no lo sabía el picador de piedra!

El picador de piedra vivía contento, hasta que, un día, fue a entregar unas piedras al palacio de un príncipe riquísimo.

Al ver las camas de oro, los criados y las sombrillas que protegían al príncipe del sol, el picador de piedra suspiró:

¡Ah…! Si yo fuera un príncipe, ¡qué feliz sería!

La voz del genio le respondió:

Tu deseo ha sido escuchado. ¡Serás un príncipe y serás feliz!

Y de repente… ¡el picador de piedra se transformó en un príncipe!

Tenía un palacio precioso y se paseaba muy contento por todas partes bajo su sombrilla.

Hasta que, un día, se dio cuenta de que el sol secaba la hierba e incluso traspasaba su sombrilla.

Eso le extrañó mucho y dijo:

¿Cómo? ¿El Sol es más poderoso que yo?

¡Ah…! Si yo fuera el sol, ¡qué feliz sería!

La voz del genio le respondió:

Tu deseo ha sido escuchado. Serás el sol y serás feliz.

Y de repente… ¡el picador de piedra se convirtió en sol!

Muy contento de ser tan poderoso, lanzaba tanto calor sobre la tierra que la resecaba completamente.

Hasta que, un día, una nube se puso delante del sol y lo tapó.

Eso lo enfadó mucho y dijo:

¿Cómo? ¿Una nube es más poderosa que yo? ¡

Ah…! Si yo fuera una nube, ¡qué feliz sería!

La voz del genio le respondió:

Tu deseo ha sido escuchado. Serás una nube y serás feliz.

Entonces el picador de piedra se convirtió en nube.

Muy contento, tapó al sol y desparramó lluvia y más lluvia.

Los ríos se desbordaron y el agua arrancó los árboles, pero la montaña no se movió ni un poquito.

Al verla, el picador de piedra gritó muy enfadado:

¿Cómo? ¿La montaña es más poderosa que yo?

¡Ah…! Si yo fuera una montaña, ¡qué feliz sería!

La voz del genio le respondió:

Tu deseo ha sido escuchado. Serás una montaña y serás feliz.

Y el picador de piedra se convirtió en una montaña. Y ahí se quedó, muy orgulloso, sin moverse.

Hasta que, un día, oyó un ruidito muy molesto: “toc, toc, toc”.

Era el ruidito que hacía otro picador de piedra.

Y, después, se oyó el ruido de una gran piedra que rodaba por la montaña.

El picador de piedra, muy inquieto, exclamó:

¿Cómo? ¿Un simple hombrecillo es más poderoso que yo? ¡Ah…! Si yo fuera un picador de piedra, ¡qué feliz sería!

Entonces, la voz del genio dijo por última vez:

Tu deseo ha sido escuchado. ¡Serás un picador de piedra y serás verdaderamente feliz!

Y así sucedió.

Moraleja:

A veces no necesitamos grandes cambios en nuestras vidas para encontrar la felicidad o aquello que sea que estemos buscando.

Sin embargo, sí hace falta un cambio de enfoque, debemos cambiar “nuestro chip mental” y eso se consigue tomando decisiones y ganando experiencias.

Por eso, te animo a mantener tus sentidos en alerta, pues todo en esta vida conlleva un aprendizaje.

Quizás esto que estás viviendo ahora y que te cuesta valorar, sea el cambio o aprendizaje que necesitas para alcanzar más adelante tu objetivo.

Cuando aprendamos a valorar lo que tenemos, a disfrutar de las experiencias que nos brinda el presente, nuestro punto de vista cambiará para siempre, seremos capaces de apreciar y disfrutar más cada día.

Y tú, ¿sabes valorar lo que tienes?

Cuéntanos aquello que valoras y que agradeces tener en tu vida, tu opinión puede servir de inspiración a otros.

Si deseas recibir mi ayuda profesional, puedes contactar conmigo a través de este enlace, estaré encantada de ayudarte.

Ana M. Hidalgo

www.terapiaconAna.com

Sobre la autora:

Ana M. Hidalgo, psicóloga magister en intervención en la ansiedad y el estrés, y experta en terapia de pareja.

Te ayudo a superar situaciones difíciles y salir fortalecido de ellas.

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